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El hombre es un animal mamífero omnívoro y homeotermo, que como otros animales precisa consumir determinados recursos naturales para sobrevivir. Se diferencia de otras especies, que tiene capacidad para modificar sustancialmente su entorno ocasionando conflictos medioambientales, lo hace de manera muy drástica. Un pequeño animal mamífero utiliza recursos naturales de acuerdo con lo que requiere su metabolismo, sin embargo, el ser humano lo realiza de manera desproporcionada.
Esta desproporción, en cuanto a consumos de recursos, da lugar a conflictos medioambientales, los cuales tienen su origen en la capacidad de raciocinio del ser humano. Su desarrollo intelectual hace que cree muchos medios e instrumentos que suponen gran modificación y perturbación de los paisajes naturales.
Metabolismo y conflictos medioambientales
Cuando se habla de conflictos medioambientales surge la idea o concepción de metabolismo externo, que no es otra cosa que el aprovechamiento de energía por otros medios, distinto al propio metabolismo interno de un organismo. La actividad biológica queda modificada con efectos negativos para los ecosistemas. La legislación, en ocasiones, ha logrado mermar problemas medioambientales, por ejemplo, reforestación o recuperación de hábitats en zonas que con anterioridad habían sido duramente castigados por el hombre. Aunque no siempre es así y a escala mundial la problemática está muy acentuada, sin que se lleguen a consensos adecuados unánimes para resolución de problemas que mitiguen los conflictos medioambientales.
Simplemente la utilización del fuego puede triplicar la energía que precisa el metabolismo interno humano, hablamos de un consumo energético excesivo. Los propios medios actuales utilizados en zonas agrícolas, suponen un gran avance y comodidad para el agricultor: maquinaria pesada, pesticidas, fertilizantes…, por no hablar de actividades industriales desarrolladas, en el que el consumo energético es notablemente superior. Su mantenimiento paradójicamente se atribuye a sinónimo de bienestar, pero lo cierto es que perturba y desgasta el medioambiente.
El ser humano es un malgastador de energía
Las civilizaciones modernas hacen uso desmesurado de consumo de energía, básicamente es obtenida de fósiles (petróleo, carbón…), electricidad (centrales nucleares, hidroeléctrica…), etc., mantener una civilización moderna supone un gasto energético muy alto, ya que a diferencia del hombre primitivo que era nómada y los recursos consumidos se regeneraban, los asentamientos actuales son sedentarios, grandes urbes de poblaciones industrializadas que hacen que el impacto sobre el medio ambiente sea duradero y poco reversible.
Algunos ejemplos de impactos ambientales
Son muchos los impactos o problemas ambientales producidos por la acción humando, entre los más relevantes destacan:
Agricultura avanzada: Es un modelo de cultivo intensivo, en ocasiones deteriora o modifica el hábitat natural, lo que supone la extinción de muchas especies, además el consumo energético es muy elevado.
Obras públicas: Red de carreteras, autopistas, edificios, todo ello altera el entorno que existía con anterioridad.
Transporte: El trasporte ha sufrido un crecimiento demasiado elevado en tiempos actuales, además los métodos utilizados están muy sofisticados: transporte aéreo, marítimo, terrestre, bien de tipo individual o colectivo. Sin duda grandes consumidores de energía además de muy contaminantes para la naturaleza.
Guerras: Prácticamente cualquier país desarrollado tiene ejércitos organizados, en muchos lugares los conflictos bélicos están presentes y suponen gran impacto en el medioambiente.
Ecosistemas vírgenes: Pluriselvas o la propia Antártida, también sufren el impacto del ser humano, por lo que dramáticamente los conflictos medioambientales también están presentes.
Vertederos: desechos de productos que contaminan y perjudican seriamente el medioambiente.
En conclusión, los recursos que consume el hombre son “finitos”, cada vez más escasos. Las energías renovables, si bien son consideradas como una buena opción para solventar problemas, hay que tratarlas adecuadamente para que no se conviertas en perecederas. El ahorro energético es fundamental, así como el reciclado o soluciones frente a la contaminación y, por supuesto, menos explotación de recursos naturales. Los políticos deben involucrarse más para solventar conflictos medioambientales que ponen en peligro la naturaleza y el propio planeta.
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