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Según cifras de la FAO (Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura) aproximadamente el 33% de los suelos agrícolas a nivel mundial presentan deterioro causado por erosión, pérdida de materia orgánica, compactación, salinización, acidificación, entre otros daños, dichos aspectos, son originados de las actividades de agricultura del ser humano que se alejan de mantener un equilibrio con nuestro ecosistema. Para paliar la anterior problemática surge la agricultura de conservación.
¿Qué es la agricultura de conservación?
La degradación de los suelos trae consecuencias graves para la seguridad alimentaria, aparte de los problemas ambientales que genera, y por este motivo, surge la necesidad de establecer estrategias y técnicas de cultivo que permitan la conservación de los suelos y los recursos del planeta y es así como nace la agricultura de conservación, que es promovida por centros de investigaciones, algunas directivas ambientales y organismos internacionales en pro de un desarrollo sustentable.
La agricultura de conservación puede definirse entonces como un sistema agrícola cuyas prácticas están basadas en tres principios, que tienen como propósito contrarrestar los daños ocasionados al suelo y al medio ambiente, dicho sistema es también viable tantos en términos agronómicos como económicos y no solo desde el punto de vista ambiental.
Principios de la agricultura de conservación
La agricultura de conservación está basada en tres principios o elementos fundamentales que son los siguientes:
– Reducción de la alteración del suelo: este principio se logra a través de la disminución o ninguna actividad de labranza para la siembra de los cultivos, para lo cual se realiza una siembra directa sobre los restos del cultivo anterior utilizando maquinaria especializada para ello.
– Cubierta del suelo: la agricultura de conservación argumenta que el suelo debe estar cubierto con restos vegetales vivos o inertes durante todo el año, y establece que dicha cubierta debe ser de un 30%, lo que permite una protección a los suelos, así como mejora sus propiedades.
– Rotación de cultivos: consiste en alternar los tipos de especies vegetales que se siembran en determinados espacios para solventar algunos problemas de malezas, plagas o enfermedades que puedan presentar, mejorar las condiciones del suelo y proporcionar más opciones económicas a los agricultores.
Algunos autores adicionan un cuarto principio relacionado con un manejo integrado de la fertilización, pero otros no están de acuerdo con este punto de vista y argumentan que más que un principio es una práctica necesaria en cualquier tipo de agricultura que se realice y la FAO solo establece los tres principios mencionados anteriormente.
Beneficios
La aplicación de los tres principios o elementos de la agricultura de conservación proporciona múltiples beneficios agronómicos, económicos y medioambientales.
Beneficios al suelo
La agricultura de conservación, como su nombre lo indica, propicia la conservación del suelo al disminuir los daños ocasionados por la erosión, puesto que la cobertura vegetal le brinda protección, a su vez que mejora su calidad estructural, manteniendo sus características físicas y químicas, se mantiene la retención y la conductividad del agua, se asegura una disponibilidad de nutrientes, hace que se perseveren las características biológicas de los suelos al favorecer el sostenimiento de la biodiversidad, tanto de su flora como su de fauna, lo que involucra abundancia de lombrices, mayor nivel de biomasa y de actividades enzimáticas que son positivas para los suelos en general.
Se ha documentado que las prácticas de la agricultura de conservación reducen costos de producción, a su vez que disminuyen los tiempos de trabajo en los cultivos y por sus beneficios ambientales contribuye a contrarrestar el cambio climático.
Beneficios al medio ambiente
Con la utilización de la agricultura de conservación se protege a los suelos de la erosión, con lo cual se disminuyen los riesgos de desertización de los mismos, aumenta la biodiversidad, ya que los restos de cosecha sirven de sustento y hogar a muchas especies de seres vivos. Además, con este tipo de prácticas se mejora la eficiencia energética, al no aplicar laboreo se reduce el uso de combustibles fósiles, sumado al aprovechamiento de los residuos y el menor uso de fertilizantes químicos (como los nitrogenados, cuya fabricación se realiza a partir de la síntesis del amoníaco) disminuyen el costo energético.
De igual manera se minimizan los gases de efecto invernadero, ya este tipo de agricultura contribuye a la permanencia del carbono en el suelo, por lo tanto no permite que estos sean emitidos hacia la atmósfera.
Aspectos negativos
Entre los aspectos negativos que presentan las prácticas de la agricultura de conservación, podemos mencionar que los agricultores necesitan formación especializada para lograr un correcto control de plagas, de plantas arvenses y para una correcta rotación de los cultivos, pero el que más afecta la adopción de esta técnica en el mundo es el costo inicial de inversión, ya que se necesita una maquinaria adecuada para la siembra directa, aunque en algunos lugares se ha implementado el alquiler de este tipo de equipos como una solución factible.
Por otra parte, algunas investigaciones aseguran que la no labranza reduce los rendimientos en porcentajes que oscilan entre los 4.5 y el 5%, pero dichos efectos se disminuyen con el tiempo y se minimizan con el aprovechamiento de los residuos y las rotaciones de los cultivos.
Es importante mencionar que el impacto económico también depende en gran medida de las condiciones climáticas, el sistema de manejo practicado y el tipo de cultivo utilizado, además de los cambios de los precios en el mercado.
Puedes visitar este enlace relacionado con: estudios sobre actividades agrícolas ecológicas.
Biografía consultada
- Carmona, I. (2015)
- Gil, J. (2016)
- Gil, J.; Ordoñez, R.; González, E.; Veroz, O.; Gómez, M.; Sánchez, F. (2017)
- Labrada, R. (2015)
- Organización de las Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentación. (2002)
- Verhulst, N.; François, I.; Govaerts, B. (2015)
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